Durante este periodo de aislamiento social es necesario pensar en la violencia que viven mujeres, niñas, niños, adolescentes y grupos vulnerabilizados, es decir, la violencia machista, patriarcal y adultocentrista de la que son víctima y que se enfatiza al estar en casa, muchas veces con sus mismos agresores. El Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública informó que, tan sólo en el mes de marzo, 254 mujeres fueron presuntamente víctimas de homicidio doloso, 76 de feminicidio y se recibieron 115,614 llamadas de auxilio relacionadas a violencia contra la mujer, abuso sexual, acoso u hostigamiento sexual, violencia de pareja y violencia familiar.
Este 30 de abril se conmemorará otro Día del Niño y de la Niña en México, día que en el contexto internacional se celebra el 20 de noviembre y que por históricas razones desde que fue suscrita la Declaración de Ginebra sobre los Derechos de los Niños en 1924, la administración del Presidente Álvaro Obregón solicitó modificar en nuestro país la fecha que conmemora la protección de niñas, niños y adolescentes, decretada a partir de la vulnerabilidad y orfandad que generó en este sector la primera guerra mundial.
El 30 de abril siempre ha sido un día romantizado y con posturas institucionales negligentes que invitan a “celebrar”, silenciando las omisiones y las violencias sistemáticas a las que se enfrentan niñas, niños y adolescentes en México. Es imperativo intervenir socialmente, cuestionar cada uno de los mecanismos de atención, protección, educación, formación y acompañamiento para una niñez que tenga garantizados los derechos humanos.
Una gran deuda es garantizarles ser su propia voz y detonar su sentir, demandas y exigencias: hablamos de las niñas y los niños.
Aquella Declaración de Ginebra de 1924 se ha transformado en la Convención sobre los Derechos del Niño, firmada en 1989, ratificada en 1990 y publicada en 1991 por México, contiene el conjunto de derechos que se reconoce como los derechos de la infancia, los cuales siempre deben de estar regidos por cuatro principios en todo momento, y que como todo principio de derecho humano, son indivisibles e interdependientes: La no discriminación; el interés superior del niño; el derecho a la vida, la supervivencia y el desarrollo; y la participación de la niñez y la adolescencia.
Si bien en algunos aspectos hemos logrado avanzar, lo cierto es que en otros tenemos un grave estancamiento, sobre todo en materia administrativa. Ya la Suprema Corte de Justicia, a través de la Ministra Piña Hernández reconoció en noviembre del año pasado en el V Congreso Internacional de Derecho Constitucional, que la perspectiva de género y el interés superior de las y los menores han transformado y hecho progresivo el Derecho de Familia, que han generado interesantes jurisprudencias que aún falta por verlas reflejadas en la realidad administrativa y cotidiana en beneficio de niñas, niños y adolescentes en estados resistentes al cambio y a la actualización jurídica de la realidad social. De estos principios, el reto mayor se presenta en la participación, la visibilizacion y la garantía de sus derechos, la cual tiene que ser cotidiana y en todos los ámbitos del entorno de la niñez y adolescencia, debemos de trascender los ejercicios de consulta y que dichos ejercicios puedan ser vinculatorios y generar verdaderas políticas públicas respecto a todos aquellos temas que son del interés de niñas, niños y adolescentes.
Uno de esos temas pendientes es precisamente el tema de los malos tratos que lamentablemente ha puesto sobre la mesa esta contingencia. El Articulo 19 de la Convención es muy claro respecto a la obligación del Estado de proteger a niñas, niños y adolescentes de todas las formas de malos tratos perpetradas por padres, madres o cualquier otra persona responsable de su cuidado, así como de establecer medidas preventivas y de tratamiento al respecto.
El Ministro Zaldívar, Presidente de la Corte, recientemente insistió en que “las medidas de confinamiento… han hecho énfasis en la importancia de que los servicios de atención a las víctimas de violencia doméstica sean considerados como actividades esenciales que deben permanecer en funcionamiento, así como en la necesidad de que los sistemas de justicia sigan atendiendo estos casos como cuestión prioritaria”.
Por ello mismo, hacemos un llamado serio y urgente a las instancias locales, más allá de las medidas tomadas para evitar la propagación de la infección, tales como el cierre de oficinas, estén atentas a sus obligaciones de evitar las violencias contra niñas, niños y adolescentes recordando que en México 198 adolescentes y aproximadamente 100 niñas fueron víctimas de feminicidio en 2019, sin tener como respuesta de las autoridades una estrategia institucional articulada e integral para garantizar la no repetición como medida de reparación del daño, enfatizado en el nulo acceso de la niñez a todos los derechos que deberían ser garantizados como la alimentación, una vida libre de violencia, seguridad y protección, educación y acceso al salud integral, al bienestar y libre desarrollo, por mencionar algunos. Recordemos que México no ha logrado cumplir con las metas de la garantía en la educación pública básica en algunos estados de la República.
En el contexto de la epidemia, el Estado debe garantizar a todas las niñas, niños y adolescentes servicios especializados de protección, con personal especializado y equipado; así como líneas o mecanismos de comunicación directa para el acceso y la atención inmediata, especialmente si son víctimas de algún tipo de violencia.
Muchas y muchos analistas han puesto en el debate público que la vida cotidiana después de la crisis del COVID-19 será, por muchos motivos diferente y por ende, no puede o no debe de ser igual a la realidad actual, indolente y negligente para con la niñez y la adolescencia, este 30 de abril hagamos una conmemoración diferente y empecemos por fomentar la participación de ellas y ellos en la toma de decisiones e involucrarles en lo que será el futuro, SU futuro.
Porque vivas y libres nos queremos.

